Astronomía con alma | Arte, cultura, ciencia y astroturismo en Madrid

Detalle del Papiro Greenfield (ca. 950 a.C.). Representación de Shu (aire) separando a Nut (el cielo) de Geb (la tierra). ©British Museum, EA10554,87.

¿Astronomía esférica en el Egipto antiguo?Huellas de un modelo olvidado.

Tabla de contenidos

Sobre esta publicación

Edita: El Nocturnario®

Dirección y redacción:

  • Sarai de la Hoz
  • Mario López

 

ISSN: 2794-0489

Todos los derechos reservados. No se permite la copia ni distribución de los contenidos de esta publicación sin el consentimiento expreso de los autores.

URL: www.elnocturnario.com/revista

La esfera celeste es un modelo teórico que representa el cielo como una superficie esférica concéntrica a la Tierra, sobre la cual se proyectan las posiciones aparentes de los astros. Este sistema idealizado permite describir con precisión los movimientos aparentes del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas desde un punto de observación terrestre, asumiendo que todos los cuerpos celestes se encuentran a igual distancia sobre una cúpula giratoria. Su utilidad reside en que proporciona un marco geométrico para establecer coordenadas celestes definiendo referencias como la eclíptica, el ecuador celeste y el horizonte, lo que permite el estudio del firmamento y los planetas. Este campo de estudio, que suele abordarse en los primeros capítulos de los tratados astronómicos, se conoce como  astronomía esférica o astronomía posicional.

Se suele decir que este modelo fue concebido por los sabios de la antigua Grecia. Fueron ellos quienes —según el canon histórico— dieron forma geométrica al universo, dotándolo de simetría, proporción y estructura matemática. La lista de filósofos griegos que imaginaron el cosmos como una esfera es extensa, y entre quienes lo plantearon con mayor claridad se encuentran Pitágoras, Platón y Aristóteles. Fue con ellos —se nos dice— que el universo dejó de representarse como un plano sostenido por columnas o deidades, y comenzó a entenderse como una figura cerrada, perfecta en su forma y autosuficiente en su dinámica.

Pero, ¿y si esta idea no nació allí? ¿Qué pasaría si esta visión —este modelo de totalidad envolvente— hubiera surgido mucho antes, en otro paisaje, bajo otros cielos, entre las columnas de templos antiguos?

La concepción esférica del cosmos pudo haber tenido no solo antecedentes arcaicos en Egipto y Babilonia que facilitaron su posterior desarrollo en Europa, sino que —como proponemos en este artículo— el universo egipcio ofrece pistas suficientes para sospechar que los antiguos sacerdotes-astrónomos del Nilo ya manejaban una forma de modelamiento esferoidal del firmamento. Es decir, una auténtica esfera celeste en términos astro-cosmológicos.

No abordaremos por ahora el caso mesopotámico, aunque también presenta numerosos indicios de una astronomía esférica temprana. En cambio, enfocaremos nuestra atención en la civilización africana y en las imágenes, textos y estructuras que dejó talladas en piedra.

Queremos invitarles, entonces, a explorar con nosotros esos antecedentes: representaciones, mitos y vestigios simbólicos que podrían revelar una concepción temprana —y quizás olvidada— del cosmos como una esfera en el antiguo Egipto.

El cosmos egipcio y sus partes

Se señala que el cosmos egipcio estaba constituido por una tierra plana (Geb), que según algunos tenía una forma de gran paralelepípedo atravesado en su centro por el sagrado rio Nilo, columna vertebral y organizadora. En algunos modelos a esta tierra la circundaba un océano, existían además cuatro montañas sobre las cuales descansaba la bóveda celeste (Nut). A estos elementos básicos se le sumaban el aire (shu), la humedad (nefti), el viento y otras partes de la naturaleza que a veces eran presentados en pares opuestos. Es decir, el modelo del cosmos era básicamente terraplano, muy común en civilizaciones de esas épocas

Detalle del Papiro Greenfield (ca. 950 a.C.). Representación de Shu (aire) separando a Nut (el cielo) de Geb (la tierra). ©British Museum, EA10554,87.
Detalle del Papiro Greenfield (ca. 950 a.C.). Representación de Shu (aire) separando a Nut (el cielo) de Geb (la tierra). ©British Museum, EA10554,87.

Por debajo de ese mundo plano, existiría otro sector sobre el cual aún hay debate sobre su forma y donde puede estar ubicado: la Duat

Este es un tipo de submundo o mundo oculto. En él reinaba Osiris, dios del renacimiento; por él transitaba Ra, el sol, cada noche. Allí iban los muertos para enfrentarse a su juicio y, si lo merecían, continuar su viaje eterno.

Escena del pesaje del corazón en la Duat. El difunto es conducido por Anubis para que su corazón sea pesado frente a la pluma de Ma'at, símbolo de la verdad y el orden. Papiro de Ani, ca. 1250 a.C. ©The Trustees of the British Museum
Escena del pesaje del corazón en la Duat. El difunto es conducido por Anubis para que su corazón sea pesado frente a la pluma de Ma'at, símbolo de la verdad y el orden. Papiro de Ani, ca. 1250 a.C. ©The Trustees of the British Museum

LA DUAT

La Duat era oscuridad, pero no caos. Era un espacio lleno de pasajes, guardianes, portales, enemigos y también aliados. En sus doce regiones nocturnas, el dios solar, sobre su barca, debía enfrentarse a la gran serpiente Apofis para poder volver a salir al amanecer. Ese recorrido era un acto cósmico que garantizaba el renacer del mundo. 

En representaciones como el Amduat, el Libro de las Puertas o el Libro de la Tierra, esta región invisible aparece repleta de lógica cíclica. Ra entra por el oeste, recorre doce horas, y sale renovado por el este. Los muertos siguen rutas similares, bajo distintas formas. ¿No es esto, en esencia, la idea de una estructura envolvente, de un espacio cerrado que permite el retorno?



Y si el mundo suprerior — constituido por Nut, la gran diosa arqueada sobre el mundo, shu, el aire y geb la tierra— es el hemisferio visible de este cosmos, ¿no deberíamos pensar que la Duat era su reverso, su espejo, su contracara?

Un cosmos cerrado para Egipto: indicios de una forma olvidada

La pregunta no es absurda: si el sol desaparecía por el oeste y volvía a nacer en el este, ¿dónde pasaba la noche? ¿Qué lo traía de regreso?

Los egipcios no ofrecieron respuestas simples. En lugar de ello, tejieron una compleja red de mitos, imágenes y fórmulas mágicas que nos han llegado a través de papiros, tumbas y textos esculpidos en piedra. A través de ellos, no solo nos hablaron del alma, el juicio o el más allá, sino también de movimientos, direcciones, retornos, oposiciones. Todo eso —a veces sin decirlo explícitamente— sugiere una idea mayor: el universo no era plano, ni abierto, sino cerrado. 

En esta sección reunimos algunas de esas pistas: mitos, instrumentos, mapas estelares, trayectos solares. Pistas para esbozar e intentar delimitar no solo la forma del mundo inferior sino de todo el cosmos egipcio. 

La barca solar: su tránsito requiere un espacio cerrado

La barca solar atraviesa el Duat. Detalle del Libro del Amduat en papiro de Cyperus. Tercer Período Intermedio (1076–722 a.C). Museo Egizio, Turín. Imagen de ©dominio público.
La barca solar atraviesa el Duat. Detalle del Libro del Amduat en papiro de Cyperus. Tercer Período Intermedio (1076–722 a.C). Museo Egizio, Turín. Imagen de ©dominio público.

El viaje nocturno de Ra a bordo de su barca solar, atravesando las doce regiones de la Duat, sugiere que los egipcios concebían al cosmos como una estructura cerrada. Este tránsito implica que el sol no desaparece ni se destruye al ocultarse en el horizonte occidental, sino que continúa su recorrido por debajo del mundo visible, reapareciendo en el este al amanecer. La existencia del relato completo del Amduat y de su puesta en escena visual en templos y tumbas demuestra que el sol no se interrumpe, sino que transita. Y donde hay tránsito, hay trayecto; y donde hay trayecto, hay espacio.

El recorrido solar establece una ruta: una línea que recorre el interior de una superficie. En el hemisferio visible, ese límite corresponde al borde del firmamento, a la superficie arqueada que Nut forma sobre la tierra. En el hemisferio inferior, el trayecto del sol nocturno, descrito en los textos funerarios y las representaciones visuales, comienza en el oeste y culmina en el este, estableciendo un circuito subterráneo simétrico al recorrido diurno. La existencia misma de una barca solar implica que hay una “superficie” que la sostiene, una especie de “agua nocturna” bajo la tierra. La Duat es, en este modelo, no un vacío simbólico, sino un hemisferio completo, estructurado y transitable.

Las horas de la Duat: simetría temporal, simetría espacial

La Duat está dividida, al igual que el día, en doce horas que marcan el paso del sol a través del inframundo. Esta división regular del tiempo nocturno refleja una comprensión del cosmos como estructura rítmica y dual, donde el día y la noche son partes equivalentes del mismo sistema.

Instrumentos como el merkhet —un reloj nocturno— refuerzan esta visión estructurada del cosmos. El merkhet se utilizaba junto a una varilla de referencia vertical (bay) para trazar líneas imaginarias desde el horizonte hacia el cielo nocturno, alineando visualmente el eje del instrumento con la estrella polar u otra estrella circumpolar de referencia. Esta alineación permitía establecer verticales astronómicas precisas que no solo indicaban el norte, sino que también servían como base para marcar el paso regular de las estrellas durante la noche. Este tipo de observación no es funcional en un cielo plano. Requiere imaginar un campo estelar esférico y envolvente, donde los cuerpos celestes giran en torno a un eje fijo. 

Science Museum Group. Egyptian Merkhet. 1929-585 Science Museum Group Collection Online. Accessed 24 May 2025. https://collection.sciencemuseumgroup.org.uk/objects/co500/egyptian-merkhet
Science Museum Group. Egyptian Merkhet. 1929-585 Science Museum Group Collection Online. Accessed 24 May 2025. https://collection.sciencemuseumgroup.org.uk/objects/co500/egyptian-merkhet

El cielo inferior

Otro elemento poco considerado pero de gran importancia para una concepción esférica del cosmos egipcio es el “cielo inferior”. Según ciertas interpretaciones estructurales del universo egipcio, el mundo inferior también contenía un nivel celeste subterráneo, en la Duat y vinculado a los dioses primordiales de la Ogdóada hermopolitana.

Este cielo de abajo, aparece también asociado a Naunet, la versión femenina del Nun, el caos primordial. En este contexto, sería el hemisferio celeste inferior. Es decir, parte del submundo, límite de la Duat y parte de ella.

Las estrellas circumpolares y la estrella polar como axis mundi

Entre las observaciones astronómicas más refinadas de los egipcios se encuentra la atención a las estrellas circumpolares, conocidas como las “indestructibles” porque nunca se ocultaban bajo el horizonte. Estas estrellas giraban constantemente en torno a un punto fijo del cielo nocturno. Hoy tenemos a la famosa estrella Polaris señalando ese sitio, pero en tiempo de los egipcios era otra la estrella la que ocupaba ese lugar, Alfa Draconis. Es el polo, es decir, un punto inmóvil alrededor del cual giraban las demás estrellas, por ello se convierte en un eje simbólico y sagrado: era el axis mundi egipcio. Y no solo tenía significancia simbólica, sino que también era utilizada para funciones prácticas como alineación de templos, establecimiento de verticales y mediciones temporales, como lo señalamos anteriormente.

Para imaginar ese movimiento, no basta con pensar en un cielo plano: hace falta visualizar una estructura circular y giratoria, con un centro visible y dinámico. La regularidad de ese giro solo puede comprenderse en un modelo esférico o hemisférico, donde las estrellas describen círculos constantes alrededor de un polo. 

El Sol, Sirio y el patrón estelar: inferencia de modelos circulares

Aunque las estrellas no son visibles durante el día, los egipcios sabían en qué parte del cielo se encontraba el Sol en cada época del año. ¿Cómo? Porque observaban el patrón estelar en su conjunto, especialmente el orto heliaco de ciertas estrellas. Que es la aparición en el horizonte al amanecer después de su período de invisibilidad. Dentro de las estrellas utilizadas como medidor temporal, una de las más importante, si no la más, era Sirio (Sopdet o Sothis), cuya salida heliaca marcaba no solo el inicio del año nuevo egipcio, sino también el comienzo de la crecida del Nilo, fundamento cíclico de su civilización.

El seguimiento sistemático de Sirio y otras estrellas permitía deducir la posición solar invisible con gran precisión. Aunque no veían al Sol directamente entre las constelaciones, sabían en qué zona del cielo se encontraba en relación a lo que veían en la noche o al amanecer. Esta capacidad de deducción solo es posible si se concibe el cielo como una estructura cerrada, circular o esférica, donde el Sol y las estrellas tienen posiciones relativas que se oponen y complementan en un trayecto continuo.

Este razonamiento exige, implícitamente, que el cielo esté organizado en torno a un patrón envolvente y regular, como un anillo o esfera que rodea al observador. El Sol no vaga al azar: se desplaza siguiendo una ruta invisible entre las estrellas, que los egipcios registraban en calendarios, zodiacos y observaciones rituales.

La tumba de Senenmut: círculos, ejes y observación

El techo astronómico de la tumba de Senenmut, arquitecto y alto funcionario bajo el reinado de Hatshepsut en la dinastía XVIII (ca. 1479–1458 a.C.), es uno de los registros celestes más antiguos que se conservan en Egipto. Su composición incluye círculos concéntricos, constelaciones, columnas de estrellas y divisiones radiales, todo dispuesto con una precisión que sugiere una comprensión técnica y ritual del firmamento. Según el arqueoastrónomo Juan Antonio Belmonte, este registro junto al zodiaco de Dendera, constituyen una invaluable evidencia del conocimiento y estudio de la astronomía en Egipto.

Uno de los aspectos más notables es la presencia de círculos divididos en doce partes, lo que sugiere una representación del ciclo solar anual, o incluso de una división regular del cielo en sectores temporales o estacionales. Pero lo esencial aquí no es sólo el contenido, sino la forma: círculos, ejes, centros, simetrías. Esta representación no es meramente decorativa: está diseñada para ser leída y usada como un instrumento simbólico de orientación celeste.

A esto se suma un dato crucial: los meses egipcios y sus subdivisiones en decanos —grupos de diez días vinculados a estrellas visibles en el horizonte— implicaban una división del año trópico en 360 unidades. Esta cifra, al coincidir exactamente con los 360 grados del círculo, refuerza la idea de que el tiempo, el cielo y la forma estaban unidos por una lógica geométrica cerrada.

Detalle del techo astronómico de la tumba de Senenmut (ca. 1479–1458 a.C.), con círculos zodiacales, decanos y divisiones horarias. MET Museum, ©dominio público.
Detalle del techo astronómico de la tumba de Senenmut (ca. 1479–1458 a.C.), con círculos zodiacales, decanos y divisiones horarias. MET Museum, ©dominio público.

Geometría imaginada: cilindros, círculos y cuerpos en los papiros matemáticos

No basta con decir que los egipcios eran grandes observadores del cielo: también es necesario mostrar que eran capaces de imaginar formas invisibles, de razonar con volúmenes, superficies y proporciones abstractas. Y lo sabemos con certeza: lo dejaron escrito.

En los papiros matemáticos de Rhind y de Moscú, fechados entre los siglos XVII y XVI a.C., encontramos problemas que implican visualización espacial avanzada. En ellos se calculan superficies circulares, se aproximan volúmenes de cilindros truncados y conos, se resuelven relaciones de proporcionalidad y se aplican principios de razonamiento geométrico con notable precisión.

El Papiro de Moscú, por ejemplo, contiene el famoso problema 14, donde se calcula el volumen de un tronco de pirámide. Esto implica imaginar un cuerpo tridimensional y aplicar una fórmula que, en esencia, antecede al cálculo integral moderno. También se calcula el área de un círculo mediante una aproximación al número pi. Y el Papiro de Rhind utiliza razones para distribuir cantidades en progresiones geométricas.

Estos documentos muestran que los egipcios no solo representaban formas, sino que podían razonarlas, manipularlas y predecir sus comportamientos. Si eran capaces de imaginar un cilindro, un cono, una pirámide o una esfera en términos matemáticos, ¿por qué no podrían haber concebido —al menos en el plano cosmológico— una forma esférica del universo, incluso antes de tener una formulación astronómica explícita?

La capacidad de imaginar el espacio no depende solo de instrumentos, sino de modelos mentales. Y esos modelos, en Egipto, ya existían. Estaban en sus templos, en sus tumbas, y también en sus papiros.

Detalle del Papiro Matemático de Rhind (ca. 1550 a.C.), manual de problemas aritméticos y geométricos utilizado por escribas. Museo Británico, EA10057 © The Trustees of the British Museum
Detalle del Papiro Matemático de Rhind (ca. 1550 a.C.), manual de problemas aritméticos y geométricos utilizado por escribas. Museo Británico, EA10057 © The Trustees of the British Museum

El espejo oscuro: una figura encorvada dentro del óvalo de la Duat

Existe una imagen que durante mucho tiempo ha pasado desapercibida o ha sido poco estudiada. Está pintada en la pared de la tumba de Ramsés VI, y no ocupa el centro, ni es monumental. Es pequeña, discreta, rodeada de otros signos. Apenas un óvalo, con algo dentro. Pero ese “algo” podría contener una idea olvidada.

Dentro del óvalo hay una figura humana completamente negra, encorvada, en una postura que no parece aleatoria. Su espalda arqueada, su orientación y su forma son demasiado exactas como para ser casuales. Si la observamos con atención, notamos algo sorprendente: es un reflejo perfecto de Nut, la diosa del cielo. Nut aparece cientos de veces arqueada sobre la tierra, abarcando el día. Esta figura negra —su opuesta visual, su negativo nocturno— parece ocupar su lugar en la parte inferior. Es la bóveda inversa. El otro lado.

¿Quién es? Todo indica que se trata de Osiris en su aspecto nocturno, contenido dentro de la Duat. Pero esta no es una escena más del inframundo: es una afirmación visual. Un cuerpo que completa lo que Nut inicia. La forma cóncava que equilibra la convexa. La noche contenida como el reverso estructural del cielo.

El óvalo de la Duat en la tumba de Ramses VI (KV9 burial chamber J south wall). captura obtenida en visita virtual © Salma ElDardiry – DescribingEgypt.com
El óvalo de la Duat en la tumba de Ramses VI (KV9 burial chamber J south wall). captura obtenida en visita virtual © Salma ElDardiry – DescribingEgypt.com

El óvalo que la encierra no es solo una forma decorativa. En la iconografía egipcia, las formas cerradas —como los cartuchos o los shen— eran signos de protección y sacralidad. En este caso, el óvalo enmarcaría una mitad del universo. Y la figura encorvada no es un actor secundario: es la otra bóveda del cosmos. Nut arriba, Osiris abajo. Entre ambos, el recorrido diario del sol. Es decir, un hemisferio superior y un hemisferio inferior.

Si nuestra intuición es correcta esta pequeña imagen sería una de las evidencias más directas de la forma esférica del universo egipcio. Era la pieza faltante para cerrar la bóveda de Nut en una unidad circular perfecta.

Conclusión: la forma del cosmos

La imagen del universo como una esfera cerrada, equilibrada y autosuficiente ha sido atribuida históricamente al genio griego. Sin embargo, todo lo que hemos expuesto sugiere algo más profundo, y tal vez más antiguo. A través de sus mitos, sus trayectos solares, su obsesión por el ciclo y el retorno, y sobre todo, a través de sus imágenes silenciosas, los egipcios parecen haber concebido un cosmos completo, doble, curvado sobre sí mismo.

Composición visual del cosmos egipcio: Nut (arriba) tomada del Papiro Greenfield (British Museum EA10554), y Osiris encorvado (abajo) a partir del óvalo de la tumba de Ramsés VI (fotografía Piankoff, 1954). ©P Sánchez 2025
Composición visual del cosmos egipcio: Nut (arriba) tomada del Papiro Greenfield (British Museum EA10554), y Osiris encorvado (abajo) a partir del óvalo de la tumba de Ramsés VI (fotografía Piankoff, 1954). ©P Sánchez 2025

La figura encorvada de Osiris, negra, cóncava y simétrica con Nut, no es una simple decoración funeraria: es una declaración estructural. Una intuición visual que, unida a los elementos astronómicos, rituales y simbólicos que la rodean, sugiere con alta probabilidad que los egipcios pensaban el universo como una totalidad cerrada, posiblemente esferoidal.

Considerando el elevado desarrollo que alcanzaron en matemáticas, astronomía y modelación simbólica del espacio, parece razonable suponer que la idea de una astronomía esférica —el cielo girando sobre un eje, las estrellas dispuestas en una superficie esférica, el tiempo contenido en una forma— haya nacido mucho antes de Grecia, probablemente en los templos egipcios, en silencio, entre mediciones rituales, himnos solares y mapas estelares trazados en piedra.

Tal vez la idea de la esfera no fue fruto exclusivo del ingenio europeo, sino el resultado de una larga evolución simbólica y astronómica que, con alta probabilidad, tuvo su origen en el valle del Nilo.

Bibliografía

  • Belmonte Avilés, J. A. (2012). Pirámides, templos y estrellas: Astronomía y arqueología en el Egipto antiguo (Prólogo de J. M. Parra). Barcelona: Crítica.
  • Bonanno, M. (2017). Tiempo y espacio en la Duat: Observaciones respecto de los Libros del Más Allá del Reino Nuevo. Estudios de Asia y África, 52(1), 119–140. https://doi.org/10.24201/eaa.v52i1.2286
  • Cossard, G. (2014). Firmamentos perdidos: Arqueoastronomía, las estrellas de los pueblos antiguos. Fondo de Cultura Económica.
  • Instituto de Astrofísica de Canarias. (2022, 24 de mayo). José Lull: “Los astrónomos egipcios observaban desde las terrazas de los templos y palacios”. https://iac.es/es/divulgacion/noticias/jose-lull-los-astronomos-egipcios-observaban-desde-las-terrazas-de-los-templos-y-palacios
  • Kragh, H. (2007). Historia de la cosmología: De los mitos al universo inflacionario. Crítica.



lecturas complementarias

Arte y astronomía. Cueva de Lascaux, Tauro y las pléyades

Arte y astronomía ¿Qué fue antes?

Artículo publicado en el número 54 de la revista Nadir. Marzo 2023 Cuando el Homo Sapiens se convirtió,hace unos 28.000 años, en el único representante

el debate

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Curso online
"Sobre las constelaciones y sus mitos"

Un análisis a las historias mitológicas de las constelaciones del hemisferio norte.